miércoles, 31 de agosto de 2011

EL INGENIOSO HIDALGO, DON QUIJOTE DE LA MANCHA


Miguel de Cervantes 

Prólogo

AL DUQUE DE BEJAR, marqués de Gibraleón, conde de Benalcázar y Bañares, vizconde de la Puebla de Alcocer, señor de las Villas de Capilla, Curiel y Burguillos.

En fe del buen acogimiento y honra que hace Vuestra Excelencia a toda suerte de libros, como Príncipe tan inclinado a favorecer las buenas artes, mayormente las que por su nobleza no se abaten al servicio y granjerías del vulgo, he determinado de sacar a luz el INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA al abrigo del clarísimo nombre de Vuestra Excelencia, a quien, con el acatamiento que debo a tanta grandeza, suplico le reciba agradablemente en su protección, para que a su sombra, aunque desnudo de aquel precioso ornamento de elegancia y erudición de que suelen andar vestidas las obras que se componen en las casas de los hombres que saben, ose parecer seguramente en el juicio de algunos, que no conteniéndose en los límites de su ignorancia, suelen condenar con más rigor y menos justicia los trabajos ajenos: que poniendo los ojos la prudencia de Vuestra Excelencia en mi buen deseo, fío que no desdeñará la cortedad de tan humilde servicio.
MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA EL EDITOR Muchas son las ediciones que se han hecho de la inmortal obra del Manco de Lepanto, no solamente en nuestra España, que se honra en haber sido cuna de tan peregrino ingenio, sino en casi todos los idiomas conocidos, pues son innumerables las traducciones de esta preciosa producción a la que tantos elogios han tributado y tributan cada día los hombres amantes de la buena literatura.
No es solamente el DON QUIJOTE DE LA MANCHA, un libro de recreo; es una obra que encierra profunda instrucción y cuyas páginas contienen una moral sólida, que instruye al mismo tiempo que recrea.
Al dar a luz la presente edición, que esperamos sea bien acogida del público, hemos procurado tener a la vista las mejores ediciones publicadas por la Academia, encargando la corrección a una persona entendida, para que salga lo más perfecta posible.
Enemigos de profanar los grandes monumentos de nuestra literatura, no hemos seguido el camino trazado por algun editor, de presentar el QUIJOTE en la forma de la novela moderna; principalmente en los diálogos; lo único que hemos hecho es dividir en párrafos los capítulos, y esto sin abuso, para hacer más descansada la lectura, y hacer uso de la moderna ortografía en ciertas y determinadas voces.
Habíamos pensado colocar notas de eruditos escritores al pie de las páginas, pero hemos creido más conveniente darlas al final.
También repartiremos al terminar la obra la Vida de Cervantes Si el público nos concede su favor se verán satisfechas las aspiraciones de
EL EDITOR
Barcelona, Noviembre de 1880

PROLOGO

Desocupado lector: Sin juramento me podrás creer, que quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse. Pero no he podido yo contravenir la orden de naturaleza, que en ella cada cosa engendra su semejanza. Y así ¿qué podía engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo, y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno: bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento, y donde todo triste ruido hace su habitación? El sosiego, el lugar apacible, la amenidad de los campos, la serenidad de los cielos, el murmurar de las fuentes, la quietud del espíritu son grande parte para que las Musas más estériles se muestren fecundas y ofrezcan partos al mundo, que le colmen de maravilla y de contento. Acontece tener un padre un hijo feo y sin gracia alguna, y el amor que le tiene le pone una venda en los ojos para que no vea sus faltas; antes las juzga por discreciones y lindezas y las cuenta a sus amigos por agudezas y donaires. Pero yo que aunque parezco padre soy padrastro de D. Quijote, no quiero irme con la corriente del uso, ni suplicarte casi con las lágrimas en los ojos, como otros hacen, lector carísimo, que perdones o disimules las faltas que en este mi hijo vieres: y pues ni eres su pariente, su amigo y tienes tu alma en tu cuerpo, y tu libre albedrío como el más pintado, y estás en tu casa, donde eres señor de ella, como el rey de sus alcabalas, y sabes lo que comúnmente se dice, que debajo de mi manto al rey mato, todo lo cual te exenta y hace libre de todo respeto y obligación, y así puedes decir de la historia todo aquello que te pareciere, sin temor que te calumnien por el mal, ni te premien por el bien que dijeres de ella.
Sólo quisiera dártela monda y desnuda, sin el ornato de prólogo ni de la innumerabilidad y catálogo de los acostumbrados sonetos, epigramas y elogios que al principio de los libros suelen ponerse. Porque te sé decir, que aunque me costó algún trabajo componerla, ninguno tuve por mayor que hacer esta prefación que vas leyendo. Muchas veces tomé la pluma para escribirla, y muchas la dejé por no saber lo que escribiría. Y estando una suspenso, con el papel delante, la pluma en la oreja, el codo en el bufete y la mano en la mejilla, pensando lo que diría, entró a deshora un amigo mío, gracioso y bien entendido, el cual, viéndome tan imaginativo, me preguntó la causa, y no encubriéndosela yo, le dije que pensaba en el prólogo que había de hacer a la historia de D. Quijote, y que me tenía de suerte que ni quería hacerle, ni menos sacar a luz las hazañas de tan noble caballero. Porque ¿cómo no queréis vos que no me tenga confuso el que dirá el antiguo legislador, que llaman vulgo, cuando vea que al cabo de tantos años como ha que duerme en el silencio del olvido, salgo ahora con todos mis años a cuestas, con una leyenda seca como un esparto, ajena de invención, menguada de estilo, pobre de conceptos, y falta de toda erudición y doctrina, sin acotaciones en las márgenes, y sin anotaciones en el fin del libro como veo que están otros libros, aunque sean fabulosos y profanos, tan llenos de sentencias de Aristóteles, de Platon y de toda la caterva de filósofos, que admiran a los leyentes, y tienen a sus autores por hombres leídos, eruditos y elocuentes? ¡Pues qué, cuando citan la divina Escritura, no dirán sino que son unos Santos Tomases y otros doctores de la Iglesia, guardando en esto un decoro tan ingenioso, que en un renglón han pintado un enamorado distraído, y en otro hacen un sermonico cristiano, que es un contento y un regalo oirle o leerle!
De todo esto ha de carecer mi libro, porque ni tengo que acotar en el margen, ni que anotar en el fin, ni menos sé qué autores sigo en él, para ponerlos al principio como hacen todos, por las letras del A B C, comenzando en Aristóteles y acabando en Xenofonte y en Zoilo, o Zenxis, aunque fue maldiciente el uno y pintor el otro. También ha de carecer mi libro de sonetos al principio, a lo menos de sonetos cuyos autores sean duques, marqueses, condes, obispos, damas o poetas celebérrimos; aunque si yo los pidiese a dos o tres oficiales amigos, yo sé que me los darían, y tales que no les igualasen los de aquellos que tienen más nombre en nuestra España.
En fin, señor y amigo mío, proseguí, yo determino que el señor Don Quijote se quede sepultado en sus archivos en la Mancha, hasta que el cielo depare quien le adorne de tantas cosas como le faltan, porque yo me hallo incapaz de remediarlas por mi insuficiencia y pocas letras, y porque naturalmente soy poltrón, y perezoso de andarme buscando autores que digan lo que yo me sé decir sin ellos. De aquí nace la suspensión y elevamiento en que me hallásteis: bastante causa para ponerme en ella la que de mí habéis oido.
Oyendo lo cual mi amigo, dándose una palmada en la frente, y disparando en una larga risa, me dijo: Por Dios, hermano, que ahora me acabo de desengañar de un engaño en que he estado todo el mucho tiempo que ha que os conozco, en el cual siempre os he tenido por discreto y prudente en todas vuestras acciones; pero ahora veo que estáis tan lejos de serlo, como lo está el cielo de la tierra. ¿Cómo que es posible, que cosas de tan poco momento y tan fáciles de remediar, puedan tener fuerzas de suspender y absortar un ingenio tan maduro como el vuestro, y tan hecho a romper y atropellar por otras dificultades mayores? A la fe, esto no nace de falta de habilidad, sino de sobra de pereza y penuraia de discurso. ¿Queréis ver si es verdad lo que digo? Pues estadme atento, y veréis cómo en un abrir y cerrar de ojos confundo todas vuestras dificultades, y remedio todas las faltas que decís que os suspenden y acobardan para dejar de sacar a la luz del mundo la historia de vuestro famoso Don Quijote, luz y espejo de toda la caballería andante. Decid, le repliqué yo, oyendo lo que me decía, ¿de qué modo pensáis llenar el vacío de mi temor, y reducir a claridad el caos de mi confusión? A lo cual él dijo: Lo primero en que reparáis de los sonetos, epigramas o elogios que os faltan para el principio, y que sean de personajes graves y de título, se puede remediar con que vos mismo toméis algún trabajo en hacerlos, y después los podéis bautizar y poner el nombre que quisiérais, ahijándolos al preste Juan de las Indias, o al emperador de Trapisonda, de quien yo sé que hay noticia que fueron famosos poetas... Y cuando no lo hayan sido, y hubiere algunos pedantes y bachilleres, que por detrás os muerdan y murmuren de esta verdad, no se os dé dos maravedís, porque ya que os averigüen la mentira, no os han de cortar la mano con la que lo escribísteis.
En lo de citar en las márgenes los libros y autores de donde sacáreis las sentencias y dichos que pusiéreis en vuestra historia, no hay más sino hacer de manera que vengan a pelo algunas sentencias, o latines que vos sepáis de memoria, o a lo menos que os cueste poco trabajo el buscarlos, como será poner, tratando de libertad y cautiverio:
Non bene pro toto libertas venditur auro.
Y luego en el margen citar a Horacio, o a quien lo dijo.
Si tratáreis del poder de la muerte, acudid luego con:
Pallida mors aequo pulsat pede
Pauperum tabernas, Regumque turres. Si de la amistad y amor de Dios manda que se tenga al enemigo, entraos luego al punto por la Escritura divina, que lo podéis hacer con tantico de curiosidad, y decir las palabras por lo menos del mismo Dios: Ego autem dico vobis, diligite inimicos vestros. Si tratáreis de malos pensamientos, acudid con el Evangelio: De corde exeunt cogitationes malae. Si de la instabilidad de los amigos, ahí está Catón que os dará su dístico:
Donec eris felix, multos numerabis amicos; Tempora si fuerint nubila, solus eris
Y con estos latinicos y otros tales os tendrán siquiera por gramático, que el serlo no es de poca honra y provecho el día de hoy. En lo que toca al poner anotaciones al fin del libro, segúramente lo podéis hacer de esta manera: Si nombráis algún gigante en vuestro libro, hacedle que sea el gigante Golías, y con sólo esto, que os costará casi nada, tenéis una grande anotación, pues podéis poner: El gigante Golías o Goliat fue un filisteo, a quien el pastor David mató de una gran pedrada en el valle de Terebinto, según se cuenta en el libro de los Reyes, en el capítulo que vos halláreis que se escribe.
Tras esto, para mostraros hombre erudito en letras humanas y cosmógrafo, haced de modo como en vuestra historia se nombre el río Tajo, y vereisos luego con otra famosa anotación, poniendo: El río Tajo fue así dicho por un rey de las Españas; tiene su nacimiento en tal lugar, y muere en el mar Océano, besando los muros de la famosa ciudad de Lisboa, y es opinión que tiene las arenas de oro, etc. Si tratáreis de ladrones, yo os daré la historia de Caco, que la sé de coro. Si de mujeres rameras, ahí está el obispo de Mondoñedo que os prestará a Lamia, Laida y Flora, cuya anotación os dará gran crédito. Si de crueles, Ovidio os entregará a Medea. Si de encantadoras y hechiceras, Homero tiene Calipso, y Virgilio a Circe. Si de capitanes valerosos, el mismo Julio César os prestará a sí mismo en sus comentarios, y Plutarco os dará mil Alejandros. Si tratáreis de amores, con dos onzas que sepáis de la lengua toscana, toparéis con León Hebreo, que os hincha las medidas. Y si no queréis andaros por tierras extrañas, en vuestra casa tenéis a Fonseca del amor de Dios, donde se cifra todo lo que vos y el más ingenioso acertare a desear en tal materia. En resolución, no hay más sino que vos procuréis nombrar estos nombres, o tocar estas historias en las vuestras, que aquí he dicho, y dejadme a mí el cargo de poner las anotaciones y acotaciones, que yo os voto a tal de llenaros las márgenes de gastar cuatro pliegos en fin del libro.
Vengamos ahora a la citación de los autores, que los otros libros tienen, que en el vuestro os faltan. El remedio que esto tiene es muy fácil, porque no habéis de hacer otra cosa que buscar un libro que los acote todos, desde la A hasta la Z, como vos decís. Pues ese mismo abecedario pondréis vos en vuestro libro; que puesto que a la clara se vea la mentira, por la poca necesidad que vos teníais de qprovecharos de ellos, no importa nada, y quizá alguno habrá tan simple, que crea que de todos os habéis aprovechado en la simple y sencilla historia vuestra. Y cuando no sirva de otra cosa, por lo menos servirá aquel largo catálogo de autores a dar de improviso autoridad al libro. Y más, que no habrá quien se ponga a averiguar si los seguísteis, o no los seguísteis, no yéndole nada en ello cuanto más que, si bien caigo en la cuenta, este vuestro libro no tiene necesidad de ninguna cosa de aquellas que vos decís que os falta, porque todo él es una invectiva contra los libros de caballerías, de quien nunca se acordó Aristóteles, ni dijo nada San Basilio, ni alcanzó Cicerón: ni caen debajo de la cuenta de sus fabulosos disparates las puntualidades de la verdad, ni las observaciones de la astrología: ni lo son de importancia las medidas geométricas, ni la conutación de los argumentos de quien se sirve la retórica: ni tiene para qué predicar a ninguno, mezclando lo humano con lo divino, que es un género de mezcla de quien no se ha de vestir ningún cristiano entendimiento. Sólo tiene que aprovecharse de la imitación en lo que fuere escribiendo, que cuanto ella fuere más perfecta, tanto mejor será lo que se escribiere.
Y pues esta vuestra escritura no mira a más que a deshacer la autoridad y cabida que en el mundo y en el vulgo tienen los libros de caballerías, no hay para qué andéis mendigando sentencias de filósofos, consejos de la divina Escritura, fábulas de poetas, oraciones de retóricos, milagros de santos: sino procurar que a la llana, con palabras significantes, honestas y bien colocadas, salga vuestra oración y período sonoro y festivo pintando en todo lo que alcanzáreis y fuere posible vuestra intención, dando a entender vuestros conceptos, sin intrincarlos y oscurecerlos.
Procurad también que leyendo vuestra historia, el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla. En efecto, llevad la mira puesta a derribar la máquina mal fundad de estos caballerescos libros, aborrecidos de tantos y alabados de muchos más: que si esto alcanzáseis, no habríais alcanzado poco.
Con silencio grande estuve escuchando lo que mi amigo me decía, y de tal manera se imprimieron en mí sus razones, que sin ponerlas en disputa las aprobé por buenas, y de ellas mismas quise hacer este prólogo, en el cual verás, lector suave, la discreción de mi amigo, la buena ventura mía en hallar en tiempo tan necesitado tal consejero, y el alivio tuyo en hallar tan sincera y tan sin revueltas la historia del famoso Don Quijote de la Mancha; de quien hay opinión por todos los habitadores del campo de Montiel, que fue el más casto enamorado, y el más valiente caballero que de muchos años a esta parte se vió en aquellos contornos.
Yo no quiero encarecerte el servicio que te hago en darte a conocer tan notable y tan honrado caballero; pero quiero que me agradezcas el conocimiento que tendrás del famoso Sancho Panza, su escudero, en quien a mi parecer te doy cifradas todas las gracias escuderiles, que en la caterva de los libros vanos de caballerías están esparcidas.
Y con esto, Dios te dé salud, y a mí no olvide. Vale.

AL LIBRO DE D. QUIJOTE DE LA MANCHA

URGANDA LA DESCONOCIDA
Si de llegarte a los bue-
libro, fueres con letu-
no te dirá el boquirru-
que no pones bien los de-
Mas si el pan no te se cue-
por ir a manos de idio-
verás de manos a bo-
aun no dar una en el cla-
si bien se comen las ma-
por mostrar que son curio-
Y pues la experiencia ense-
que el que a buen árbol se arri-
buena sombra le cobi-
en Béjar tu buena estre-
Un árbol real te ofre-
que da príncipes por fru-
en el cual florece un du-
que es un nuevo Alejandro Ma-
llega a su sombra, que a osa-
favorece la fortu-
De un noble hidalgo manche-
contarás las aventu-
a quien ociosas letu-
trastornaron el cere-
Damas, armas, caballe-
le provocaron de mo-
que cual Orlando furio-
templado a lo enamora-
alcanzó a fuerza de bra-
a Dulcinea del Tobo-
No indiscretos hierogli-
estampes en el escu-
que, cuando es todo figu-
con ruines puntos se envi-
Si en la dirección te humi-
no dirá mofante algu-
que don Alvaro de Lu-
que Aníbal el de Carta-
que el rey Francisco en Espa-
se queja de la Fortu-
Pues al cielo no le plu-
que salieses tan ladi-
como el negro Juan Lati-
hablar latines rehu-
No me despuntes de agu-
ni me alegues con filo-
porque torciendo la bo-
dirá el que entiende la le-
no un palmo de las ore-
¿para qué conmigo flo-
No temetas en dibu-
ni en saber vidas aje-
que en lo que va ni vie-
pasar de largo es cordu-
Que suelen en caperu-
darles a los que grace-
mas tú quémate las ce-
sólo en cobrar buena fa-
que el que imprime neceda-
dalas a censo perpé-
Advierte que es desati-
siendo de vidrio el teja-
tomar piedras en la ma-
para tirar al veci-
Deja que el hombre de jui-
en las obras que compo-
se vaya con pies de plo-
que el que saca a luz pape-
para entretener donce-
escribe a tontas y a lo-

AMADIS DE GAULA. A DON QUIJOTE DE LA MANCHA.

Soneto
Tú que imitaste la lorosa vida,
Que tuve ausente y desdeñado sobre
El gran ribazo de la Peña Pobre,
De alegre a penitencia reducida:
Tú, a quien los ojos dieron la bebida
De abundante licor, aunque salobre,
Y alzándote la plata, estaño y cobre,
Te dió la tierra en tierra la comida:
Vive seguro de que eternamente,
En tanto al menos que en la cuarta esfera
Sus caballos aguije el rubio Apolo.
Tendrás claro renombre de valiente,
Tu patria será en todas la primera.
Tu sabio autor al mundo único y solo.

D. BELIANIS DE GRECIA.
A DON QUIJOTE DE LA MANCHA.

Soneto
Rompí, corté, abollé, y dije, e hice.
Más que en el orbe caballero andante;
Fui diestro, fui valiente, fui arrogante,
Mil agravios vengué, cien mil deshice.
Hazañas di a la fama que eternice,
Fuí comedido y regalado amante,
Fue enano para mí todo gigante,
Y al duelo en cualquier punto satisfice.
Tuve a mis pies postrada la fortuna,
Y trajo del copete mi cordura
A la calva ocasión al estricote.
Mas, aunque sobre el cuerno de la luna
Siempre se vió encumbrada mi ventura,
Tus proezas envidio, oh gran Quijote.

LA SEÑORA ORIANA.
A DULCINEA DEL TOBOSO.

Soneto
¡Oh, quien tuviera, hermosa Dulcinea,
Por más comodidad y más reposo,
A Miraflores puesto en el Toboso,
Y trocara su Londres con tu aldea!
¡Oh, quien de tus deseos y librea
Alma y cuerpo adornara, y del famoso
Caballero, que hiciste venturoso,
Mirara alguna desigual pelea!
¡Oh, quién tan castamente se escapara
Del señor Amadis, como tú hiciste
Del comedido hidalgo Don Quijote!
Que así envidiada fuera, y no envidiara,
Y fuera alegre el tiempo que fue triste,
Y gozara los gustos sin escote.

GANDALIN, ESCUDERO DE AMADIS DE GAULA, A SANCHO PANZA, ESCUDERO DE D. QUIJOTE.

Soneto
Salve, varón famoso, a quien fortuna,
Cuando en el trato escuderil te puso,
Tan blanda y cuerdamente lo dispuso,
Que lo pasaste sin desgracia alguna.
Ya a la azada o la hoz poco repuna
Al andante ejercicio, ya está en uso
La llaneza escudera con que acuso
Al soberbio que intenta hollar la luna.
Envido a tu jumento y a tu nombre,
Y a tus alforjas igualmente envidio,
Que mostraron tu cuerda providencia.
Salve otra vez, oh Sancho tan buen hombre
Que a solo ti nuestro español Ovidio
Con buz corona y hace reverencia.

DEL DONOSO POETA ENTREVERADO.

A SANCHO PANZA Y ROCINANTE.
Soy Sancho panza escude-
del manchego don Quijo-
puse pies en polvoro-
por vivir a lo discre-
Que el tácito Villadie-
toda su razón de esta-
cifró en una retira-
según siente Celesti-
libro en mi opinión divi-
si encubriera más lo huma-

A ROCINANTE
Soy Rocinante el famo-
biznieto del gran Babie-
por pecados de flaque-
fui a poder de un don Quijo-
Parejas corrí a lo flo-
mas por uña de caba-
no se me escapó ceba-
que esto saqué a Lazari-
cuando para hurtar el vi-
al ciego le di la pa-

ORLANDO FURIOSO
A D. QUIJOTE DE LA MANCHA

Soneto
Si no eres Par, tampoco le has tenido,
Que par pudieras ser entre mil Pares,
Ni puede haberle donde tú te hallares,
Invicto vencedor, jamás vencido.
Orlando soy, Quijote, que perdido
Por Angélica, vi remotos mares,
Ofreciendo a la fama en sus altares
Aquel valor que respetó el olvido.
No puedo ser tu igual, que este decoro
Se debe a tus proezas y a tu fama,
Puesto que como yo perdiste el seso.
Mas serlo has mío, si al soberbio moro
Y escita fiero domas, que hoy nos llama
Iguales en amor con mal suceso.

EL CABALLERO DEL FEBO
A D. QUIJOTE DE LA MANCHA

Soneto
A vuestra espada no igualó la mía,
Febo español, curioso cortesano;
Ni a la alta gloria de valor mi mano,
Que rayo fue do nace y muere el día.
Imperios desprecié, y la monarquía,
Que me ofreció el oriente rojo en vano,
Dejé por ver el rostro soberano
De Claridiana, aurora hermosa mía.
Améla por milagro único y raro,
Y ausente en su desgracia, el propio infierno
Temió mi brazo, que domó su rabia.
Mas vos, godo Quijote, ilustre y claro,
Por Dulcinea sois al mundo eterno,
Y ella por vos famosa, honesta y sabia.

DEL SOLISDAN.
DON QUIJOTE DE LA MANCHA.

Soneto
Magüer, señor Quijote, que sandeces
Vos tengan el cerbelo derrumbado,
Nunca seréis de alguno reprochado,
Por hombre de obras viles y soeces.
Serán vuesas fazañas los joeces,
Pues tuertos desfaciendo habéis andado,
Siendo vegadas mil apaleado
Por follones cautivos y raheces.
Y si la vuesa linda Dulcinea
Desaguisado contra vos comete,
Ni a vuesas cuitas muestra buen talante.
En tal desaman vueso conforte sea,
Que Sancho Panza fue mal alcahuete,
Necio él, dura ella, y vos no amante.

DIALOGO ENTRE BABIECA Y ROCINANTE

Soneto
B. ¿Cómo estáis, Rocinante tan delgado?
R. Porque nunca se come y se trabaja.
B. ¿Pues qué es de la cebada y de la paja?
R. No me deja mi amo ni un bocado.
B. Andad, señor, que estáis muy mal criado.
Pues vuestra lengua de asno al amo ultraja.
R. Asno se es de la cuna a la mortaja.
¿Queréislo ver? Miradlo enamorado.
B. ¿Es necedad amar? R. No es gran prudencia
B. Metafísico estáis. R. Es que no como.
B. Quejáos del escudero. R. No es bastante.
¿Cómo me he de dejar en mi dolencia,
Si el amo y escudero, o mayordomo,
Son tan rocines como Rocinante?

Capítulo Primero

Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo D. Quijote de la Mancha

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas con sus pantuflos de lo mismo, los días de entre semana se honraba con su vellori de lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años, era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro; gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada o Quesada (que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben), aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llama Quijana; pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad.
Es, pues, de saber, que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso (que eran los más del año) se daba a leer libros de caballerías con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura, para comprar libros de caballerías en que leer; y así llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y de todos ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva: porque la claridad de su prosa, y aquellas intrincadas razones suyas, le parecían de perlas; y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafío, donde en muchas partes hallaba escrito: la razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura, y también cuando leía: los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas se fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza. Con estas y semejantes razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas, y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara, ni las entendiera el mismo Aristóteles, si resucitara para sólo ello. No estaba muy bien con las heridas que don Belianis daba y recibía, porque se imaginaba que por grandes maestros que le hubiesen curado, no dejaría de tener el rostro y todo el cuerpo lleno de cicatrices y señales; pero con todo alababa en su autor aquel acabar su libro con la promesa de aquella inacabable aventura, y muchas veces le vino deseo de tomar la pluma, y darle fin al pie de la letra como allí se promete; y sin duda alguna lo hiciera, y aun saliera con ello, si otros mayores y continuos pensamientos no se lo estorbaran.
Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar (que era hombre docto graduado en Sigüenza), sobre cuál había sido mejor caballero, Palmerín de Inglaterra o Amadís de Gaula; mas maese Nicolás, barbero del mismo pueblo, decía que ninguno llegaba al caballero del Febo, y que si alguno se le podía comparar, era don Galaor, hermano de Amadís de Gaula, porque tenía muy acomodada condición para todo; que no era caballero melindroso, ni tan llorón como su hermano, y que en lo de la valentía no le iba en zaga.
En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio, y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamientos, como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles, y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo.
Decía él, que el Cid Ruy Díaz había sido muy buen caballero; pero que no tenía que ver con el caballero de la ardiente espada, que de sólo un revés había partido por medio dos fieros y descomunales gigantes. Mejor estaba con Bernardo del Carpio, porque en Roncesvalle había muerto a Roldán el encantado, valiéndose de la industria de Hércules, cuando ahogó a Anteo, el hijo de la Tierra, entre los brazos. Decía mucho bien del gigante Morgante, porque con ser de aquella generación gigantesca, que todos son soberbios y descomedidos, él solo era afable y bien criado; pero sobre todos estaba bien con Reinaldos de Montalbán, y más cuando le veía salir de su castillo y robar cuantos topaba, y cuando en Allende robó aquel ídolo de Mahoma, que era todo de oro, según dice su historia. Diera él, por dar una mano de coces al traidor de Galalón, al ama que tenía y aun a su sobrina de añadidura.
En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra, como para el servicio de su república, hacerse caballero andante, e irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras, y a ejercitarse en todo aquello que él había leído, que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo género de agravio, y poniéndose en ocasiones y peligros, donde acabándolos, cobrase eterno nombre y fama.
Imaginábase el pobre ya coronado por el valor de su brazo por lo menos del imperio de Trapisonda: y así con estos tan agradables pensamientos, llevado del estraño gusto que en ellos sentía, se dió priesa a poner en efecto lo que deseaba. Y lo primero que hizo, fue limpiar unas armas, que habían sido de sus bisabuelos, que, tomadas de orín y llenas de moho, luengos siglos había que estaban puestas y olvidadas en un rincón. Limpiólas y aderezólas lo mejor que pudo; pero vió que tenían una gran falta, y era que no tenía celada de encaje, sino morrión simple; mas a esto suplió su industria, porque de cartones hizo un modo de media celada, que encajada con el morrión, hacía una apariencia de celada entera. Es verdad que para probar si era fuerte, y podía estar al riesgo de una cuchillada, sacó su espada, y le dió dos golpes, y con el primero y en un punto deshizo lo que había hecho en una semana: y no dejó de parecerle mal la facilidad con que la había hecho pedazos, y por asegurarse de este peligro, lo tornó a hacer de nuevo, poniéndole unas barras de hierro por de dentro de tal manera, que él quedó satisfecho de su fortaleza; y, sin querer hacer nueva experiencia de ella, la diputó y tuvo por celada finísima de encaje. Fue luego a ver a su rocín, y aunque tenía más cuartos que un real, y más tachas que el caballo de Gonela, que tantum pellis, et ossa fuit, le pareció que ni el Bucéfalo de Alejandro, ni Babieca el del Cid con él se igualaban. Cuatro días se le pasaron en imaginar qué nombre le podría: porque, según se decía él a sí mismo, no era razón que caballo de caballero tan famoso, y tan bueno él por sí, estuviese sin nombre conocido; y así procuraba acomodársele, de manera que declarase quien había sido, antes que fuese de caballero andante, y lo que era entones: pues estaba muy puesto en razón, que mudando su señor estado, mudase él también el nombre; y le cobrase famoso y de estruendo, como convenía a la nueva orden y al nuevo ejercicio que ya profesaba: y así después de muchos nombres que formó, borró y quitó, añadió, deshizo y tornó a hacer en su memoria e imaginación, al fin le vino a llamar ROCINANTE, nombre a su parecer alto, sonoro y significativo de lo que había sido cuando fue rocín, antes de lo que ahora era, que era antes y primero de todos los rocines del mundo. Puesto nombre y tan a su gusto a su caballo, quiso ponérsele a sí mismo, y en este pensamiento, duró otros ocho días, y al cabo se vino a llamar DON QUIJOTE, de donde como queda dicho, tomaron ocasión los autores de esta tan verdadera historia, que sin duda se debía llamar Quijada, y no Quesada como otros quisieron decir. Pero acordándose que el valeroso Amadís, no sólo se había contentado con llamarse Amadís a secas, sino que añadió el nombre de su reino y patria, por hacerla famosa, y se llamó Amadís de Gaula, así quiso, como buen caballero, añadir al suyo el nombre de la suya, y llamarse DON QUIJOTE DE LA MANCHA, con que a su parecer declaraba muy al vivo su linaje y patria, y la honraba con tomar el sobrenombre della.
Limpias, pues, sus armas, hecho del morrión celada, puesto nombre a su rocín, y confirmándose a sí mismo, se dió a entender que no le faltaba otra cosa, sino buscar una dama de quien enamorarse, porque el caballero andante sin amores, era árbol sin hojas y sin fruto, y cuerpo sin alma. Decíase él: si yo por malos de mis pecados, por por mi buena suerte, me encuentro por ahí con algún gigante, como de ordinario les acontece a los caballeros andantes, y le derribo de un encuentro, o le parto por mitad del cuerpo, o finalmente, le venzo y le rindo, ¿no será bien tener a quién enviarle presentado, y que entre y se hinque de rodillas ante mi dulce señora, y diga con voz humilde y rendida: yo señora, soy el gigante Caraculiambro, señor de la ínsula Malindrania, a quien venció en singular batalla el jamás como se debe alabado caballero D. Quijote de la Mancha, el cual me mandó que me presentase ante la vuestra merced, para que la vuestra grandeza disponga de mí a su talante? ¡Oh, cómo se holgó nuestro buen caballero, cuando hubo hecho este discurso, y más cuando halló a quién dar nombre de su dama! Y fue, a lo que se cree, que en un lugar cerca del suyo había una moza labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque según se entiende, ella jamás lo supo ni se dió cata de ello. Llamábase Aldonza Lorenzo, y a esta le pareció ser bien darle título de señora de sus pensamientos; y buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo, y que tirase y se encaminase al de princesa y gran señora, vino a llamarla DULCINEA DEL TOBOSO, porque era natural del Toboso, nombre a su parecer músico y peregrino y significativo, como todos los demás que a él y a sus cosas había puesto.

martes, 18 de enero de 2011

CONTRAPROPUESTA: MEJOR SUBASTEMOS COPAN RUINAS

EN VEZ DE LAS CIUDADES MODELO DE JUAN ORLANDO,
MEJOR SUBASTEMOS COPAN RUINAS
Jorge Luis Oviedo

El miedo, la fuerza, la adulación, el error, la ignorancia, hacen en ocasiones proferir lo que no se quiere. Yo no busco la voluntad de los pueblos en discursos que pueden ser mentirosos o equivocados. La busco en las leyes de la naturaleza, siempre constantes y dignas del legislador que las dictó. En ella es donde las veo escrita con caracteres
que jamás me llevan al error. José Cecilio del Valle

En Honduras hay muchos recursos naturales, renovables y no renovables en abundancia. Cada año cae, sobre cada metro cuadrado, un metro cúbico de lluvia, es decir, lo suficiente para que en un terreno plano viviésemos todos con el agua hasta el cuello.
Por esa razón no nos hemos convertido en desierto, pues, además de las enormes cantidades de lluvia que caen en el territorio, muchas de las especies vegetales, tienen millones de años de haberse adaptado a los suelos de nuestras montañas, lo cual dificulta, pese a la sobre explotación, su extinción.
Todo el que es dueño de una porción de tierra posee una riqueza importante; pero la gran mayoría, como apuntaba Don José Cecilio del Valle, viven en la pobreza, porque ignoran o les falta la iniciativa para sacar el mayor proyecto de los suelos o de lo que estos producen: “Si el artesano sólo trabaja obras toscas y groseras teniendo elementos para hacerlas finas y de gusto; es porque no ha estudiado modelos, ni aprendido su arte por sus principios; si el labrador no emplea los mejores métodos de cultivo en el de sus tierras es porque limitado a los de tradición no ha hecho estudio de los que enseñan su ciencia; si el hombre se abandona a los vicios que sacrifican su persona y prosperidad es porque no tiene las luces necesarias para calcular lo que le interesa pues todo crimen, decía un escritor, no es más que un falso cálculo del espíritu.” Que sean sus palabras, más autorizadas que las mías las que lo enfaticen.
Hierbas hay que crecen con gran facilidad y aunque a veces se sepa su utilidad hay quienes prefieran quemarlas o, en el menor de los casos, simplemente desperdiciarlas, mientras aceptamos, como la gran panacea, los productos del extranjero, especialmente si nos los venden caros.
En Honduras no se puede gobernar, porque en vez de haber fortalecido un sistema educativo para independizar a los hondureños, desde todos los sectores dirigentes del país: empresariales, políticos o de sociedad civil, se han fomentado, sin asomo de vergüenza, la mendicidad.
No es casualidad que hoy proliferen en el país, antes que hombres y mujeres dispuestos a resolver problemas, hordas completas de ciudadanos (as), pidiendo aquí o allá, unos fuera del país, de saco y corbata, a los organismos internacionales; otros, también de traje, escudados en numerosas organizaciones “sin fines de lucro”, exigiendo y exhibiendo, sin vergüenza, autos y residencias obtenidas a través de la bondad internacional que las obsequia; y, finalmente, los mendigos tradicionales, que desde las esquinas, a la salida de algunos negocios o en los atrios de las iglesias, los fines de semana, con la mano extendida ven escaparse el tiempo junto con sus vidas rotas.
Finalmente, en época de campaña electoral se produce un espectáculo inédito en el mundo desarrollado, miles de aspirantes a políticos y unos centenares de hábiles demagogos, se lanzan a la mendicidad de los votos, que no logran con encanto, verborrea o hábiles argumentos, sino con sobornos y chantaje, mientras se acusan unos a otros, sin que nadie se lo tome en serio ni lo crea, de ser del viejo estilo.
Honduras, con estos protagonistas avanza por inercia hacia profundidades más hondas, haciendo honor al significado de su nombre. Lo único que ha venido aumentando, más que la producción alimenticia o la industrial es la población; de modo que, con ella, se han multiplicado mucho más los pobres y los miserables.
Según cifras de Migración unos 80 mil hondureños (la mitad, por general, retornan deportados) intentan cruzar el río Bravo todos lo años para alcanzar el Sueño Americano. Las remesas de los últimos años han puesto en evidencia que nuestro principal producto de exportación no es plátano, ni la piña (ananás), café o los productos que se confeccionan en las maquilas, sino hondureños desplazados, hondureños marginados por un sistema injusto, pero sobre todo, por una clase dirigente incapaz.
La pregunta es ¿qué hacer? ¿Puede Honduras, puente del narcotráfico internacional, conducida por una clase dirigente enajenada, con una subcultura de la mendicidad cada vez más arraigada, desde el más pobre, hasta los que legislan, imparten justicia o gobiernan, o simplemente hacen negocio vendiéndose al mejor postor de turno, salir de la actual postración y no sucumbir a la ola gigantesca de la globalización que impulsan los países industrializados bajo la cosmovisión las grandes transnacionales?
Todos los países o conglomerados nacionales que han dado un salto cualitativo en el pasado reciente o en cualquier otro momento de la historia, ha tenido que cambiarle la mentalidad a una generación completa.
En Honduras esta posibilidad, bajo las actuales circunstancias es una quimera. El sistema educativo público tiene medio siglo de estar haciendo reformas, sin que los resultados nos pongan en evidencia un avance significativo.
Hace cincuenta años exportábamos, eso sí, menos compatriotas y, en nuestras calles podíamos caminar más tranquilos.
Y como está visto que en Honduras, nos podemos seguir matando unos a otros, especialmente quienes tenemos menos responsabilidad en la toma de decisiones y en la apropiación de derechos (bienes como los medios de producción o aquellos que se establecen en las leyes para que favorezcan a los más fuertes), no habrá en el próximo cuarto de siglo ninguna revolución que acabe con este orden de cosas, sino que lo más probable es que se acelere la enajenación de todo y que, hasta la última pulgada de tierra importante, pase, a través de testaferros, a manos extranjeras como ha ocurrido ya con el capital financiero, como ha venido sucediendo con la mentalidad de la gran mayoría; bombardeada sistemáticamente durante más cincuenta años con programas de radio, televisión ajenos a nuestro entorno; debemos proponer cierto tipo de opciones radicales, en apariencia, pero favorables, para darle al país unas condiciones económicas que permitan dar un salto cualitativo, para que no tenga que vivir con la mano extendida recibiendo dádivas de la comunidad internacional y obligando, al 70% de los nacidos en nuestro territorio a emigrar, porque aquí, en medio de la riqueza, seguimos viviendo como miserables.
Honduras posee más de 6 mil sitios arqueológicos, esa riqueza bien explotada a través del turismo puede producir más riqueza que el oro que durante tres siglos se llevaron nuestros colonizadores y que todo el oro que aún permanece bajo el subsuelo.
Honduras posee 19 cuencas hidrográficas importantes que en manos de compañías capaces de sacarles un máximo provecho, pueden posibilitar un enorme aprovechamiento en riego, pesca, ganadería y electricidad sin precedentes, sin embargo, la abundancia de agua durante la temporada lluviosa lo que provoca es terror.
Honduras alberga en sus más de 112 millones de hectáreas, unos 112 mil millones de árboles maderables de distintas especies (pese a la sobre explotación de algunas regiones), los que explotados racionalmente, a un máximo del 3% anual, le permiten una disponibilidad de 3 millones 360 mil árboles por año. Esta cantidad es más que suficiente para que en 5 años toda
familia en Honduras posea una vivienda digna y la población rural viva con decoro y tenga ingresos suficientes para no pasarse la mayor parte del tiempo con la mano extendida.
Por ejemplo, las escuelas en el nivel básico; los institutos en el nivel medio; las universidades en nivel superior y las instituciones públicas adquieren grandes cantidades de mobiliario de metal o de un fuerte componente de metal, cuando en los alrededores abunda la madera, que es más barata, que se puede fabricar con participación de los estudiantes y que es más estética. Solamente los cortes de madera que hace la EENNEE para mantener limpias las vías por donde van las líneas de transmisión es más que suficiente para cubrir las demandas de materia prima para fabricar el mobiliario escolar.
Honduras tiene miles de kilómetros de faja costera, especialmente en el Atlántico, con condiciones envidiables que, por cierto, están en manos de extranjeros a través de testaferros presta nombres (muchas de extensiones), sin que estos signifique ingresos importantes para la hacienda pública. Similar situación se presenta con las islas y cayos del mar Caribe que son pertenencia de Honduras.
¿Qué necesitamos para disponer, entonces, de abundantes recursos financieros?
Subastar bien lo que no estamos explotando apropiadamente o lo que unos pocos se están apropiando con la complicidad de los funcionarios de turno: islas, cayos, playas, cuencas hidrográficas, lagos, lagunas, etc.
Hay que subastar los cayos del caribe hondureño, uno por uno; hay que subastar lo que aún queda de las islas mayores en condición de terrenos nacionales o ejidales, hay que subastar hectárea por hectárea los miles de kilómetros de playa donde aún es dueño el Estado.
También hay que subastar una de las riquezas más grandes que tenemos, de la podemos obtener más utilidad que todo el oro que españoles y compañías mineras transnacionales sacaron de las entrañas de nuestras honduras: El parque Arqueológico de Copán Ruinas.
Cada uno de los monolitos escultóricos vale muchos millones de dólares, cada piedra de las miles que hay talladas en ese parque, es única, y vale por eso, como ocurre con las esculturas de Miguel Ángel o las pinturas de muchos artistas renombrados. EL Parque Arqueológico de Copán es único, pero vale en el sitio donde está, no en otro lugar; que quiere decir esto, que el parque puede ser subastado por miles de millones de dólares y va a quedar allí donde fue construido hace más de mil años por magníficos arquitectos y escultores mayas, cuyos descendientes, en la actualidad, viven sumergidos en la más deplorable pobreza y continúan también marginados, mientras unos
pocos explotan mínimamente esta obra magnífica del ingenio y el poder humanos.
¿Qué perdería Honduras subastando este y otros sitios arqueológicos? Porque el parque quedaría en el mismo sitio, del turismo continuaría igual o mejor. Si acaso alguna que otra escultura pudiera ser llevada a otro país y dejada en su lugar una réplica; pero eso ocurre ya; miles de piezas han sido extraídas y algunas, por lo menos, se sabe en que museos están.
De modo que subastar el parque por unos 50 mil millones de euros como precio base, no le vendría nada mal al país, porque es factible encontrar desde compradores particulares hasta corporaciones interesadas en hacerse de un sitio único en el mundo.
¿En qué afectaría una acción como esta la identidad de Honduras, el patriotismo de los hondureños, el turismo de la zona de Copán Ruinas? En nada. Por el contrario, le traería muchos beneficios a nuestra población.
Del mismo modo podemos subastar la biosfera del río plátano, para que no se siga explotando sin control la madera de su núcleo o su periferia; para que quienes la adquieran, como no sería no por un valor irrisorio, la cuidarían, la protegerían y harían atractivo turismo ecológico.
Lo mismo debemos hacer con extensos tramos de la faja costera y con los islotes y cayos, sacarles provecho, pues de lo contrario solamente unos pocos avorazados, que ya lo están haciendo, obtendrán, pálidos beneficios.
Las piedras de Copán, en unos siglos más, serán polvo como mis huesos o los huesos de nuestros descendientes, mezclados con los de los mayas, morderán ese polvo con rabia, con amargura, con profundo dolor, mientras maldicen los nombres de aquellos que nos negamos a legarles una mejor sociedad.
Solamente el tiempo y el espacio son absolutos, todo lo demás está en cambio, en movimiento.
Solamente los ignorantes o los imbéciles pueden vivir como miserables en medio de la riqueza.
No fueron los europeos, en particular los españoles, ni son ahora los gringos los que no han brindado auxilio, ambos, a su manera, nos han explotado, porque con nuestra ignorancia se los hemos permitido. Nuestras culturas nativas, en cambio, no heredaron riquezas únicas. Es de imbéciles no aprovecharlas.
Hay que dar en concesión algunos sitios de nuestras cuencas hidrográficas a las empresas experimentadas del mundo que presenten las mejores opciones, para que tengamos riegos permanente para nuestro millón y medio de hectáreas aptas para agricultura y ganadería, para poder cultivar hortalizas y otras plantas similares en invernaderos con la participación de los
niños de escuela; para tener electricidad barata para los hogares y las fábricas; para tener agua potable en las llaves de todos los hogares del país; para que cultivemos peces y otras especies que beneficien la dieta de los hondureños, lo mismo que para la exportación.
Valle soñaba con una América próspera, yo quisiera, por lo menos, ver la actual generación y la siguiente educándose con posibilidades de insertarse en la producción del país, mejorando sustancialmente su nivel de vida, creciendo, en promedio, diez o veinte centímetro más que mi generación, porque la desnutrición ya no sería la norma entre los urbano-marginales o entre los niños y jóvenes del campo.
En los países con mayor índice de desarrollo humano, que son aquellos con mayor desarrollo industrial, con economías más pujantes, dos de cada cien niños nacen con un coeficiente intelectual arriba del promedio; de ellos se nutren mayoritariamente las universidades prestigiosas de Japón, Europa, USA o Canadá. En los países como Honduras los niños, aunque nazcan con un coeficiente intelectual arriba del promedio le sirve de poco, porque todos lo que nacen en hogares pobres (más del 60%), la falta de hierro en el primer año y la falta de una nutrición adecuada durante toda la infancia, provoca retardo en unos casos o frena, en otros, la capacidad de sus cerebros.
Este año han nacerán en Honduras cerca 220 mil niños más. Y como lo pobres son más prolíficos, no cabe duda que más de 150 mil enfrentarán problemas de mal nutrición. Que unos cien mil son candidatos para migrar dentro de unos 15 años, que otros miles se enrolarán en la delincuencia y otros tantos se tornarán pandilleros, que apenas unos diez mil ingresarán a las universidades.
Ese es el país que nos han heredado aquellos que, desde los gobiernos, los grupos empresariales y todos los que forman la clase dirigente del país, incluido sus corifeos y aduladores, discuten y deciden el destino de todos.
Por eso propongo una opción de independencia, para que Honduras adquiera los recursos que nadie nos otorgará, sino como dádivas y con condiciones, como hasta ahora se ha hecho.
Tomando decisiones apropiadas, en poco tiempo podríamos obtener unos cien mil millones de dólares con la subasta del parque arqueológico Copán Ruinas (que no se moverá de allí) con los islotes y cayos (que tampoco hay forma de llevárselos) y otras acciones similares.
¿Qué debe hacerse con ese dinero?
Invertir la mitad en la compra de bonos en Japón, Europa o Norteamérica, para, con los intereses, financiar durante veinte años (dos o tres mil estudiantes) de post grado, por año, en el exterior.
Crear en el país escuelas e institutos de élite para hacer concurrir ahí a todos los hondureños que manifiesten condiciones de aprendizaje arriba del promedio nacional.
Poner a la disposición de diversos grupos y personas, a un porcentaje no mayor del 5%, cinco mil millones de dólares por año, durante un lapso de de 20 años, para la creación de empresas asociativas, medianas, grandes y pequeñas, con personas no mayores de 30 años, esto es, aquellos ciudadanos que, con profesiones de nivel medio y universitario (que hayan sido buenos estudiantes) cuenten con un real y efectivo apoyo estatal.
La condicionante de la edad es por una razón fundamental, no se puede hacer cambios con quienes no están dispuestos a cambiar; y el ser humano muestra esa disposición de manera predominante durante su juventud, cuando todavía no ha sido derrotado por el sistema, cuando aún no se encuentra resignado y acepta que únicamente le espera envejecer y morir; cuando aún no ha comenzado a formar parte del enorme ejército de los amargados, de la enorme masa de los que se saben fracasados y ya no creen en sí mismos; y por ello no son capaces de hacer algo provechosos por su familia, por su sociedad, por su país.
Los cambios se hacen con los que tienen esperanza, con los que aún no han adquirido los vicios de las generaciones anteriores.
Los principales países desarrollados son auto suficientes. Esto quiere decir que la mayoría de la población participa en la cadena de producción e intercambio.
Lo anterior quiere decir que un modelo de desarrollo que privilegie primero al ser humano debe tener como norte elevar el nivel de vida de toda la población y no continuar con el actual modelo exportador, que solamente beneficia las economías de los actuales países industrializados, pues el empleo masivo y barato que genera la maquila (como principal sector empleador) únicamente es una respuesta temporal, puesto que no permite a las familias adquirir un nivel decoroso, para asumir el futuro sin enormes temores. No es casualidad que, pese al empleo masivo generado por el sector maquilador, más del 30% de los hondureños que cumplen 16 años intentan abandonar el país con rumbo a USA.
Reitero, nuestro principal producto de exportación es la juventud (mano de obra barata) que no pasa a formar parte del sector productivo hondureño.
Algunos de los países europeos que hoy gozan de una condición de privilegio y se mantienen en la vanguardia con otro grupo de países (que no pasan de diez, si nos atenemos al G-8) acumularon capital a través del saqueo,
el robo, la piratería, y la esclavitud o el tráfico de esclavos, entre otras cosas, etc.
Las ciudades modelo que se están proponiendo no tienen antecedente en el mundo, porque los casos que se ponen como ejemplo de las tales ciudades modelos: a Singapur, Honkong y Shenzhen con su tal éxito financiero no son producto de una generación; en el caso de Singapur, cuarto centro financiero internacional del planeta , se convirtió en propiedad de los ingleses en 1826 ( hace 84 años) y la segunda ciudad Honkong ha tenido una presencia humana desde la Dinastía Han, pasando la ciudad a manos de los británicos después de la segunda guerra del opio y fue devuelta en 1997, y en la actualidad goza de autonomía administrativa. En el caso de Shenzhen, esta ciudad china se remonta a seis mil años de antigüedad, y efectivamente es parte del motor industrial de China a través de su zona económica especial.
Se trata, pues de otro tipo de experiencias.
Por eso, si lo que necesitamos son recursos frescos, billete constante y sonante, es mejor comenzar vendiendo, en subasta internacional, el Parque Arqueológico de Copán Ruinas, porque nadie se lo llevar, en nada afectará nuestra dignidad ni el negocio de los que se dedica al turismo, porque, en el caso de estos últimos, en vez de pagarle al Estado de Honduras, le pagarían sus comisiones al nuevo dueño.
Comentarios sobre esta propuesta se pueden hacer en las cafeterías, las estaciones de buses, las salas de espera de los hospitales y donde a usted le dé su regalada gana.
P.D. Por cierto, en el siglo XIX, J.L. Stephens, compró las Ruinas de Copán por $ 50.00; durante sus recorridos por Centroamérica, Chiapas y Yucatán. En ese ocasión se entrevistó, por mera casualidad, con Morazán (quien unos días más tarde emprendería su exilio), de quien nos da una semblanza en lo cataloga como el mejor ser humano de Centroamérica.
Consúltese su libro: Incidentes de viaje por Centroamérica, Chiapas y Yucatán.

viernes, 16 de abril de 2010

CRITICA A LA NOVELA "COMO MI GENERAL NO HAY DOS"

Ann Van Camp

Como mi general no hay dos: Glorificación irónica
de Gustavo Álvarez Martínez

Universidad de Gante, Bélgica

Esta ponencia fue leída en la XXI Jornada Aleph, dedicada a "(Meta)ficción historiográfica" y celebrada en Gante, el sábado 23 de febrero de 2002. Fue publicada en Aleph número 17, enero de 2003, Bélgica.

Como mi general no hay dos (1990) del hondureño Jorge Luis Oviedo se ofrece como un monólogo de un cabo pobre que glorifica a su antiguo general, el mismo día en que éste fue asesinado. El cabo Antúnez condena rotundamente el asesinato e intenta rescatar la memoria de su general al ensalzarlo y al desmentir las acusaciones en contra suya, pero gracias a la tremenda ironía del relato, se consigue más bien lo contrario. A continuación, mostraremos no sólo cómo la novela recrea la figura y la doctrina de un personaje histórico, sino además por qué la calificamos de 'irónica' y de 'metaficcional'.

Como Gustavo Álvarez Martínez no hay dos

Aunque el cabo no nombra ni una sola vez a su general, resulta claro que Como mi general no hay dos habla de Gustavo Álvarez Martínez, jefe de las Fuerzas Armadas de Honduras de 1982 hasta 1984 y fiel ejecutor de la lucha anti-comunista impulsada por Ronald Reagan. Para empezar, el propio cabo nos ofrece varias claves para identificar a su general: abre y cierra la narración refiriéndose a su muerte; alude a su destitución, a su exilio en Miami y a su conversión religiosa; menciona una visita del Papa, sin duda la visita de Juan Pablo II a Honduras en marzo de 1983 cuando Álvarez todavía era Jefe de las Fuerzas Armadas; nombra a algunas personas desaparecidas por él; comenta no sólo el ascenso de Álvarez Martínez, sino también las condecoraciones que recibió de Ronald Reagan, de George Bush padre y del entonces presidente de Honduras, Roberto Suazo Córdova, y, por último, parafrasea el feroz anti-comunismo del general, supuestamente justificado por la Doctrina de la Seguridad Nacional.

Asimismo, el tercer epígrafe de la novela disipa cualquier duda, puesto que cita precisamente a Gustavo Álvarez Martínez. Se trata de un extracto del último testimonio que ofreció en una iglesia en Tegucigalpa el 24 de abril de 1989, un día antes de ser matado1. Convertido en un predicador religioso después de su destitución, el «hermano Tavo» (así lo apodan en Honduras) habla del cristianismo en términos claramente bélicos: identifica a un cristiano con un soldado y a la Iglesia con un éjercito. Esta consabida asociación de lo religioso con lo militar vuelve a lo largo de todo el discurso del cabo y no es nada inocente: pretende mostrar que el poder militar domina todos los sectores de la vida social y que se apoya en la religión para justificar la dura represión del presunto 'peligro rojo'. Además, hubiera sido con la ayuda del Señor con la que Álvarez logró erigirse en 'pacificador' del país al combatir las fuerzas de izquierda. Esta imagen benefactora de Álvarez Martínez, la intenta confirmar el elogio del cabo, pero contrasta fuertemente con la manera como lo presenta el autor implícito, ya que éste añade debajo del epígrafe: «Jefe de las FF.AA. de Honduras, período en que comenzaron a operar los Escuadrones de la muerte y desaparecen en el país 144 personas, supuestamente vinculados a la 'subversión' » (Oviedo, 1990: 22). Este retrato del general como represor no entra en la apología del cabo Antúnez sino para desacreditar las denuncias como «mentiras» (ibid.: 61) o «papadas» (ibid: 46) de los comunistas.

Voces contradictorias en los epígrafes

En los dos primeros epígrafes, respectivamente una cita de Juan Manuel de Rosas y otra de Jorge Ubico, encontramos una contradicción semejante. Si Rosas se hace pasar por un 'Ilustre Restaurador de las Leyes', cohonestando las futuras persecuciones sangrientas de los unitarios en nombre de Dios y la Patria2, el autor implícito lo llama un «dictador argentino» (Oviedo, 1990: 21). A la cita de Ubico3, que justificaría su falta de escrúpulos también en nombre de la Patria, el autor implícito añade que Ubico «dictó el destino de Guatemala desde 1931 hasta 1944» (Oviedo, 1990: 21, énfasis nuestro). El cuarto epígrafe, por último, constituye un «contrapunto irónico en la voz de Las Casas, en ese conocido episodio de un indígena que no quiere ir al cielo de los cristianos tras experimentar su crueldad» (Millares, 1997: 31)4. Contrastando con las voces agresivas de Rosas, Ubico y Álvarez, este fragmento nos ofrece la visión de un cacique que lleva hasta el extremo su resistencia. Su respuesta al religioso español es sumamente irónica, puesto que pone de manifiesto la inmensa discrepancia que media entre la doctrina católica y la crueldad de los conquistadores supuestamente cristianos.

Ahora bien, como base de la expresión irónica, Pere Ballart indica precisamente un conflicto que nos invita a invertir el sentido literal de los enunciados (cf. Ballart, 1994: 325). De acuerdo con él, distinguiremos tres ámbitos donde se sitúan los contrastes que desencadenan la ironía: primero, dentro del texto, segundo, entre el texto y su contexto de comunicación y, tercero, entre el texto y otros textos (cf. ibid: 326-355). Por lo que se refiere a la ironía dentro del texto, los conflictos en los epígrafes cumplen la función esencial de marcar la intención irónica del autor implícito, que busca criticar disimulada, pero vehementemente la represión del pueblo hondureño a principios de los años ochenta. Ocultando cuidadosamente su presencia en el texto, el autor implícito ha puesto la narración en boca del cabo Antúnez, «un oscuro, anodino y vulgar personaje» (Cárdenas Amador, 1990: 12), cuya «voz simple, ingenua y franca [...] inadvertidamente presenta al desnudo la ideología del poder» (Acevedo, 1993: 6). Por muy escasa que fuera la educación del militar y por muy incondicionalmente que apoyara a su general, en su discurso abundan las figuras retóricas que contribuyen a un efecto irónico.

Un cabo sorprendentemente 'elocuente'

Primero, Antúnez recurre con frecuencia al eufemismo con objeto de mitigar algunos aspectos perjudiciales para la imagen de su general. Por ejemplo, aunque el 31 de marzo de 1984 Gustavo Álvarez Martínez fue depuesto por el comandante de la Fuerza Aérea Hondureña, el cabo representa esta destitución como una dimisión voluntaria, del mismo modo que en otras ocasiones expresa que el general « estaba retirado» (Oviedo, 1990: 60) o que «dejó la butaca de la jefatura de las Fuerzas Armadas» (Oviedo, 1990: 67): él se fue para los Yunái, despuesito que terminó el mandato en las Fuerzas Armadas, fue como que en realidad hubiera sido el presidente del país, porque con cualquier problemita, a su casa iba a dar todo el mundo, pues resulta que mi general se la dió para los Yunái, a tomarse unas vacaciones (Oviedo, 1990: 28)

Este fragmento, al mismo tiempo, denuncia de manera velada que el general disponía del verdadero poder militar, político y económico, a pesar de que el civil Roberto Suazo Córdova desempeñaba el cargo de presidente.

Otra figura retórica que emplea el narrador es la lítote, a fin de afirmar con mayor fuerza lo que niega. Así, cuando el cabo dice de su general: «no es que él haya sido lo que se dice mujeriego mujeriego» (Oviedo, 1990: 78), entonces ya nadie duda de que el general sí acosaba a las mujeres.

Luego, el cabo también se empeña en desmentir la corrupción de la que fue acusado su general, pero sólo llega a probar su propia incapacidad para argumentar razonablemente. Así, refuta las inculpaciones de que el general «era un vendido a la compañía, la Estandard mentada» como «una sarta de mentiras así de grande», alegando simplemente: «me quemo las manos por mi general, sí señor, porque yo conozco rebién a su familia» (Oviedo, 1990: 38), como si esto demostrara algo. Después, añade que «ninguna necesidad tenía él de dejarse sobornar y recibir pisto de la Estandar [...] porque el pisto fue lo que siempre le sobró» (Oviedo, 1990: 40), sin darse cuenta de que lo último significa, quizá, que su general sí haya aceptado dinero de los gringos. Aun implica al lector en el asunto y, de pasada, termina por admitir la corrupción del general: si a usted la gente, cuando está en su puesto, le envía sus regalitos, ya sea por quedar bien o porque de a de veras son amigos suyos, pues tampoco usted va a decir no, no me den nada, y le voy a decir otra cosa, mi general siempre se mereció más que los regalos y las donaciones y las becas para sus hijos y todas esas cosas (Oviedo, 1990: 41)

Esta cita ilustra, a la vez, que el cabo no deja de dirigirle la palabra al lector implícito. Unas veces, se propone crear un ambiente de confianza o aumentar su credibilidad («y aquí entre nos, para serle franco», Oviedo, 1990: 35), otras veces quiere mantener, estructurar o comentar la comunicación («para no hacerle largo el cuento, no vaya ser que se me duerma», Oviedo, 1990: 35). Pero para volver a la corrupción, el cabo revela también que él, a su vez, recibió unos regalos de su general5. Visto así, ¿qué queda de su credibilidad en cuanto defensor del general?

Además de eufemismos, lítotes y argumentaciones distorsionadas (reductiones ad absurdum ), encontramos en el relato una verdadera exuberancia verbal. El cabo goza haciendo uso abundante de la repetición, la enumeración, el hipérbole y términos grandilocuentes. Por ejemplo, escúchenlo destacar la piedad y el patriotismo de su general: «él era bautizado, confesado, comulgado, muy católico, apostólico y romano, y, por supuesto, hondureño de pura cepa como no habrá otro» (Oviedo, 1990: 23). Inútil indicar que tanta palabrería vacía el mensaje. Sobre todo cuando Antúnez invoca la autoridad de su general, del Papa o de los presidentes norteamericanos, se enreda con sus conceptos solemnes, descubriendo así la discrepancia entre los poderes hegemónicos y las capas populares a las que pertenece en cuanto militar pobre. En efecto, por muy dócilmente que sirviera a su general, el cabo no entiende en absoluto los fundamentos de su ideología. De acuerdo con la Doctrina de la Seguridad Nacional, Gustavo Álvarez Martínez se basaba en conceptos demagógicos como Dios, la Patria y la protección de la soberanía nacional contra 'el enemigo' para impulsar la represión de toda persona que oliera a comunista, no sólo en Honduras, sino también en los países vecinos Nicaragua y El Salvador6. Si bien el cabo apoya vehementemente la persecución de los «ñángaras» (o sea, los izquierdistas), tergiversa totalmente el discurso político de su general, puesto que el término 'soberanía' no le inspira sino el recuerdo de sus amoríos con una muchacha llamada Soberanía: “los ñángaras siempre han querido hacer de Honduras otra Cuba y otra Nicaragua, decía mi general y no sólo él, hay montones de gente que opinan lo mismo, pero para eso estaba él, [...] gran defensor de la soberanía [...], ahora yo, para serle franco, no tengo muy claro eso de la soberanía, pero eso sí, es un nombre que me gusta mucho pronunciar porque yo tuve una novia que así se llamaba, Soberanía Martínez, [...] , una vez le di una rebanada pijuda en la cocina de su casa, doña Petrona casi nos encuentra, lástima que nunca pudimos hacer travesuras, Soberanía, Soberanía, que rico cheto tenías [...], pero ya en lo que se refiere a la soberanía nacional, mi general era el defensor (Oviedo, 1990: 56)

Como indica Pere Ballart, el paso repentino de un concepto abstracto y serio a unas escenas prosaicas y burlescas, constituye un anticlímax total: de golpe, el lector se ve bajado a ras de tierra (Ballart, 1994: 339). Hablando de la patria, procede del miso modo. Empieza por admitir que le da igual, puesto que ni entiende el concepto, si bien nunca lo admitiría frente a sus jefes7. Después, se interroga sobre el sentido de 'la patria'. ¿Será la madre del soldado, como le inculcan los oficiales? No, porque «como dice la canción, madre sólo hay una» (Oviedo, 1990: 71) y la patria tampoco es nada concreto. ¿Tal vez sea como Dios? Sí, está «en ninguna parte [...] y en todas también, como Dios, como esas chuladas de chetos [...] de veme y no me toqués» (Oviedo, 1990: 72). Esta combinación de campos semánticos totalmente disonantes entre sí, mina el discurso del poder. Con razón, Selena Millares destaca que en Como mi general no hay dos « un saludable humorismo contribuye a ese exorcismo de los grandes poderes, ya políticos [...] ya religiosos [...] » (Millares, 1997: 31). Efectivamente, ni el Papa se escapa de la burla. Después de convertirlo en cómplice de las persecuciones al no citarlo literalmente y de glorificarlo tanto que llega a ridiculizarlo, el cabo Antúnez confiesa que quisiera robarle la « mina de oro » (Oviedo, 1990: 31) que lleva encima. Sin embargo, al igual que el alazon, la típica figura fanfarrona de la comedia griega antigua, se desenmascara como un falso valiente8.

Escuchemos cómo el cabo cuenta la visita del Papa (aun suprimidas varias digresiones, el relato sigue siendo largo, pero en nuestra modesta opinión vale la pena): “mi general le preguntó al Papa, si era pecado matar comunistas [...], y sabe que fue lo bueno, el Papa le contestó que no, al contrario, le dijo el viejito del Papa, son el anticristo, eliminarlos es como darle jabón al diablo, claro, no se lo dijo con esas palabras, pero es igual, y el Papa tiene por qué saberlo, es el mero mero de Dios aquí en la tierra, nada menos que su representativo principal, si dicen que cuando a un cura lo hacen Papa, inmediatamente deja de ser mundano como uno [...] y se le forma una corona de luz alrededor de la cabeza, como a los santos, [...] aurora o aureola como que le dicen a la tal corona, aunque yo, le soy sincero, no se la vi, seguramente por el solazo de ese día [...] ahora, eso sí, las costuras de la sotana, sí brillaban, usted no se las vio, por casualidad [...] pues yo sí me acuerdo y sabe por qué le brillaban, porque las sotanas las costuran con hilos de oro [...] bueno, si el tal Papa se echa una mina de oro en el cuerpo [...] yo creo que muchas veces, más lo quieren matar por eso [...] póngase a pensar en la cantidad de oro que cargará el tal Papa, a cualquiera le entran ganas de meterle un cachimbazo y dejarlo sólo en calzoncillos, si es que los calzoncillos no son también de oro, porque sino en traje de Adán, jodido, lo malo es que darle volantín a un Papa es medio verguiado, es como perder todo chance de entrar al cielo [...], vale que yo esas cosas aunque las pienso no agarro valor de hacerlas, imagínese, lo que es vivir uno en la pobreza y de ignoranto”. (Oviedo, 1990: 29-32)

Resulta imposible tomar en serio este episodio, aunque revela algunos aspectos profundamente trágicos de la realidad.

Mentira, verdad ... verdad, mentira

Pasemos ahora a averiguar si la ironía también se manifiesta en el segundo ámbito demarcado por Pere Ballart, el espacio donde el texto entra en conflicto con su contexto comunicativo (Ballart, 1994 : 348-352). De hecho, al indicar que el cabo a menudo le dirige la palabra al lector ímplicito para comentar su acto de comunicación, ya hemos ilustrado este tipo de ironía. Aunque Ballart no designa esta clase de ironía (según él, mal llamada 'romántica') con el término de 'metaficción', se refiere básicamente al procedimiento metaficcional, que consiste en la reflexión del texto sobre sí mismo en cuanto proceso comunicativo o artificio literario. Dado que la novela de Jorge Luis Oviedo versa sobre un personaje histórico, cabe averiguar si aun reflexiona sobre la historia y la escritura. Así, llegamos por fin a la pregunta de saber si la novela también contiene metaficción historiográfica. A primera vista, uno supondría que no, simplemente porque no abarca las instancias narrativas que suelen reflexionar sobre la historiografía, es decir un narrador omnisciente o algún personaje que ejerza la escritura. En su estudio sobre el mito y la ironía en novelas históricas contemporáneas de América Latina, Christophe Singler hasta sugiere que la metaficción no puede realizarse sino por el estallido del marco narrativo (Singler, 1993: 30). En efecto, gran número de novelas metaficcionales implican al personaje del escritor-intelectual en la narración. Como mi general no hay dos, en cambio, pone en escena a una figura completamente opuesta: un cabo ignorante que apenas domina el lenguaje oral, y ni hablemos del lenguaje escrito. No obstante, la falta de cultura del cabo Antúnez no le impide «cuestionar la historia y la escritura dentro del marco de su narración» (Pulgarín, 1995: 191), fuese desde una perspectiva reaccionaria o de manera completamente incoherente. Sin darse cuenta, revela cómo la historiografía es inseparable de quienes están en el poder.

Para empezar, algunas divagaciones suyas ponen de manifiesto la animadversión que siente el general en contra de la prensa, guardiana de los derechos humanos: “los periodistas parecen moscas alrededor de la mierda, más tarda en hacerse un operativo de limpieza cuando aparecen ellos, y lo que es peor, inventando las papadas, cambiando las declaraciones que dan los oficiales, y eso, sólo sirve, como usted muy bien lo sabe, para el desprestigio del país en el extranjero” (Oviedo, 1990: 46)

Desmonta la objetividad de los periodistas, porque sólo darían a conocer el punto de vista de los que atentan contra la seguridad del Estado. De ahí que el general tuviera toda la razón en reprimirlos (noten el eufemismo al final de la cita): “a los periodistas parece que los pagaran los comunistas, jamás hablan en bien del ejército y la policía, solamente pestes y pestes, jamás comentan sobre el peligro que corremos, sobre todo, los soldados, cuando estamos de servicio, por eso mi general no los trataba muy amablemente que se diga” (Oviedo, 1990: 47)

Asimismo, el cabo deja caer que si le hacen elogios a su general o propagan su ideología, desde luego, sí se congracian con él: “una vez también lo [= su general] compararon, otro periodista de los que sí saben reconocer los valores nacionales y que tienen ideas democráticas, con Morazán y Lempira a la vez, dijo el tal periodista, hoy es vocero de la casa presidencial o algo así, [...] que mi general estaba hecho de la mitad de Lempira y la otra mitad de Morazán, que en su pecho se anidaba la valentía y el arrojo del gran cacique lenca y, en su pensamiento, el espíritu clarividente y estratégico del paladín de la unión centroamericana” (Oviedo, 1990: 57)

Este fragmento, al mismo tiempo, muestra cómo los partidarios de Gustavo Álvarez Martínez lo identifican con los héroes nacionales Lempira y Morazán, para integrarlos en su proyecto político. Recordemos que Lempira fue el cacique de la etnia lenca que, entre 1537 y 1538, dirigió una gran rebelión en contra de los conquistadores. Después de haber combatido durante seis meses contra las tropas españoles capitaneadas por Alonso de Cáceres en la provincia de Cerquín, falleció en su defensa de la soberanía territorial. Sobre la muerte del héroe indígena existen dos versiones: la del historiador español Antonio de Herrera que data de inicios del siglo XVII9, por un lado, y la más reciente del historiador hondureño Martínez Castillo, por el otro. El cabo Antúnez rechaza rotundamente la segunda versión, sin duda porque restaría valor al heroísmo del cacique invencible: “los comunistas [...] son tan cabrones para inventar mentiras que ahora andan diciendo que el tal coronel Lempira, imagínese usted, como si ellos hubieran vivido en aquel tiempo, no murió a traición como de veras ocurrió y está comprobado de sobra, sino que al indio cacique este lo mató en una lucha verga a verga un tal Rodrigo Ruiz” (Oviedo, 1990: 61)

Como es de esperar, cualquier afirmación que no le agrade es calificada como una mentira de los comunistas. Además, por una parte pone en entredicho la capacidad de conocer el pasado no experimentado, pero por otra parte acepta incondicionalmente la versión de Antonio de Herrera, aunque fue español y que relató la muerte de Lempira casi un siglo después de que ocurrió. Según Antonio de Herrera, el Capitán español hubiera recurrido a la traición para derrotar a Lempira, al mandar que un soldado matase a Lempira con un arcabuzazo mientras otro lo distraía con supuestas negociaciones de paz (cf. VV.AA., 1989: 107-111 y 127-136). Basándose en esta crónica, los intelectuales hondureños de finales del siglo XIX y del inicio del siglo XX se esforzaron por convertir al cacique indígena en un primer héroe patriótico, defensor de la libertad nacional (Ans, 1997: 59). Sin embargo, en 1987, un historiador hondureño descubrió en los archivos de Sevilla una probanza de méritos, que atestigua que el soldado Rodrigo Ruiz «en lucha cuerpo a cuerpo dio muerte al indomable jefe autóctono» (VV.AA., 1989 : 129), no con un tiro disparado a traición (cf. Ans, 1997: 59). Como se indica en la Enciclopedia Histórica de Honduras, ambas versiones podrían complementarse: quizá, fuese Rodrigo Ruiz quien mató a Lempira a traición, pero decidió contarlo con más bravura a fin de que la Corona reconociera sus servicios como conquistador. Evidentemente, para la exaltación del héroe indígena supuestamente invencible, resulta más conveniente la primera versión.

Luego, es significativo que el cabo Antúnez retrate a Lempira únicamente como gran combatiente, comparándolo de manera absurda con El Santo (« El Enmascarado de Plata »), un legendario campeón de lucha libre mexicano, al mismo tiempo que actor de pacotilla. En cambio, Antúnez silencia completamente que Lempira rechazó cualquier arreglo con el agresor extranjero y que concluyó la paz con las tribus vecinas para hacerle frente al enemigo común. Aunque cada año se celebra al héroe indígena con manifestaciones oficiales y con actos cívicos escolares, el gobierno de Roberto Suazo Córdova, o mejor dicho, el de Gustavo Álvarez Martínez, no adoptó en absoluto la posición independentista y unitaria que propugnó Lempira. Al contrario, no sólo se sometieron por completo a los dictámenes de Estados Unidos para administrar la política, la economía y el ejército del estado hondureño, sino que también provocaron discordias con los países vecinos al combatir el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) en El Salvador y el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en Nicaragua.

En lo que concierne a la comparación con Morazán, observamos el mismo procedimiento. Al cabo no le parece importar que Morazán haya luchado por una república centroamericana libre y unida; sólo le interesan sus proezas militares y su estatua, símbolo típico de la gloria inmortal. Sin embargo, la estatua tampoco resulta libre de polémica: “ya ve como son los comunistas, dicen que Morazán el de la peatonal es otro y no él, como les gusta inventar mentiras a los cabrones, que es un tal mariscal Ney que fue ayudante de Bonaparte, puras mentiras para confundir a la gente ignorante” (Oviedo, 1990: 52)

Lo que el cabo desacredita como unas mentiras de los comunistas «cabrones», lo mencionó Gabriel García Márquez en su discurso de aceptación del Premio Nobel para demostrar que en América Latina y el Caribe, la realidad excede a la imaginación: «El momumento al general Francisco Morazán, erigido en la plaza mayor de Tegucigalpa, es en realidad una estatua del mariscal Ney comprada en un depósito de esculturas usadas» (García Márquez, 1999: 47). Después, Como mi general no hay dos sigue con una metáfora sumamente reveladora, que denuncia indirectamente los métodos radicales del general para aniquilar a cualquier criatura que se atreva a manchar la imagen de una figura consagrada: “en cambio, mi general, por el respeto que guarda a la memoria de Morazán, [...] quería volarse los árboles del parque y las palomas de la catedral, pues los condenados pájaros se cagan sin más en la estatua, pero no tuvo éxito con esa idea, porque los de ecología y los periodistas y todo mundo se puso en contra, y la verdad es que de todos modos los pájaros no saben de esas cosas” (Oviedo, 1990: 52-53)

Antes de concluir, nos queda por mencionar el tercer grupo de ironía que distingue Pere Ballart, a saber la que se origina en el contraste entre el texto y otros textos. Dado que este tipo de ironía se realiza mediante la intertextualidad y la parodia y que estudiar estas estrategias nos llevaría demasiado lejos, nos limitamos a señalar que cabría investigar el diálogo de Como mi general no hay dos con la tradición literaria de la novela del dictador, incluyendo La gloria del muerto (1987) del mismo Jorge Luis Oviedo. Por otra parte, también nos parece interesante confrontar el texto con el género testimonial, para ver hasta qué punto lo parodia. Es bien sabido que las parodias surgen cuando un género se agota y eso es lo que está pasando con el género testimonial en la época posrevolucionaria, después de su auge en Centroamérica a inicios de los ochenta.

De todo lo expuesto, podemos concluir que Como mi general no hay dos constituye un caso muy interesante, no sólo de ficción, sino además de meta ficción historiográfica. Parece hablar en favor de Gustavo Álvarez Martínez, pero mediante una sabrosa ironía, la narración disimuladamente pone de manifiesto cómo éste hundió al pueblo hondureño (y a sus pueblos hermanos) en la violencia y la miseria, apoyado tanto por los entonces presidentes de EEUU como por parte de la Iglesia católica y justificándolo todo con la Doctrina de la Seguridad Nacional. Luego, resulta muy original que la metaficción se realice mediante la puesta en escena de un simple cabo. Sus múltiples acusaciones en contra de los periodistas o de los comunistas «mentirosos» revelan cuánto la ideología influye en la percepción de la verdad. Las referencias a Lempira y a Morazán, en particular, pretenden mostrar cómo la historiografía nacional se apropia de los héroes nacionales, para que sirvan, legítimamente o no, sus propósitos políticos.

©Ann Van Camp

Notas

1. Véase "El último testimonio de Álvarez Martínez", en: El Heraldo, 26 de enero de 1989, p. 52, citado en Funes H., 1995 : 345-346.

2. El epígrafe constituye un fragmento de la proclama que dirigió Rosas al pueblo argentino el 13 de abril de 1835 al recibir por segunda vez el mando de Gobernador de Buenos Aires, un cargo que aceptó con la condición de que le fuera conferida la Suma del Poder público. Para la proclama entera, véase Irazusta, 1943: 18-19.

3. Desgraciadamente, no hemos podido identificar la fuente.

4. Fuente del epígrafe: Casas, 1999: 91.

5. De ahí su comentario: "yo cómo no voy a ser agradecido con mi general, si casi hasta un papá era para mi" (Oviedo, 1990: 41, énfasis nuestro). Noten que incluso una palabra tan anodina como "casi" puede bastar para suscitar un efecto irónico.

6. Para más información al respecto, véase: Salomón, 1987; Oseguera de Ochoa, 1987; VV.AA., 1990 e Isaula, 1988.

7. cf. «sinceramente, le voy a decir, yo a la patria me la paso por las bolas, me vale verga, principiando porque no tengo una idea muy clarificada, me pasa lo mismo que con la soberanía, por más vueltas y vueltas que le he dado a mi mentalidad, [...] nada, solamente un enredo, una tremenda pelotera se me arma allá adentro» (Oviedo, 1990: 70).

8. Tradicionalmente, el alazon, el necio real, se opone al eiron, el necio fingido, que, escondiendo su juego, sale con la suya. En Como mi general no hay dos, en cambio, el autor implícito juzga suficiente no poner en escena sino al alazon y "dejar que él mismo se desacredite" (Ballart, 1994: 336).

9. Véase la Historia General de los hechos de los castellanos en las islas y tierra firme del mar océano (1626) de Antonio de Herrera…


Obras citadas

  • Acevedo, Ramón Luis, 1993: « La novela centroamericana en la década del ochenta: consolidación e internacionalización », en: Acevedo, Ramón Luis / Alverio, Carmen S. (comp.), Exégesis: La narrativa centroamericana contemporánea (número monográfico), 7:19 (1993): 2-9, Humacao, Puerto Rico.
  • Ans, André-Marcel d', 1997: Le Honduras: difficile émergence d' une nation, d' un État. Paris: Éditions Karthala.
  • Ballart, Pere, 1994: Eironeia. La figuración irónica en el discurso literario moderno. Barcelona: Quaderns Crema.
  • Cárdenas Amador, Galel, 1990, "Prólogo: Realidad y Ficción en Como mi general no hay dos", en: Oviedo, Jorge Luis, 1990: Como mi general no hay dos. Tegucigalpa: Editores Unidos, 7-17.
  • Casas, Bartolomé de las, 1999: Brevísima relación de la destruición de las Indias, ed. por Consuelo Varela. Madrid: Editorial Castalia.
  • Funes H., Matías, 1995: Los deliberantes : el poder militar en Honduras. Tegucigalpa: Editorial Guaymuras.
  • García Márquez, Gabriel, 1999: "La soledad de América Latina", en: Anthropos, 187 (noviembre-diciembre 1999).
  • Irazusta, Julio, 1943: Vida política de Juan Manuel de Rosas: a través de su correspondencia, Tomo II: 1835-1840. Buenos Aires: Editorial Albatros.
  • Isaula, Roger, 1988: Honduras : crisis e incertidumbre nacional (hacia un análisis de Coyuntura 1986-87). Tegucigalpa: Editores Unidos.
  • Millares, Selena, 1997: La maldición de Scheherazade. Actualidad de las letras centroamericanas (1980-1995). Roma: Bulzoni.
  • Oseguera de Ochoa, Margarita, 1987: Honduras hoy: sociedad y crisis política. Tegucigalpa: CEDOH.
  • Oviedo, Jorge Luis, 1990: Como mi general no hay dos. Tegucigalpa: Editores Unidos.
  • Salomón, Leticia, 1987: Política y militares en Honduras. Tegucigalpa: Centro de Documentacion de Honduras (CEDOH) / Managua : Coordinadora Regional de Investigaciones Economicas y Sociales (CRIES).
  • VV.AA., 1989: Enciclopedia Histórica de Honduras, tomo 2 : «Período colonial», 2a ed. Tegucigalpa: Graficentro Editores.
  • VV.AA., 1990, 2a ed. (1a ed.: 1986): Honduras : Realidad Nacional y Crisis Regional. Tegucigalpa: CEDOH.